miércoles, 8 de febrero de 2012

IDENTIDAD PEUMINA (Texto publicado en Nº 6/7 Nov 2011 www.interculturalidad.org)



Hitos de la identidad peumina.
Encuentros y desencuentros entre la tradición y modernidad en un contexto global.
    Jorge Bravo Cuervo
                                                                                                       MG. Sociólogo


Resumen
El artículo da cuenta del fenómeno de la identidad pueblerina revisada a partir del caso de la comuna de Peumo, Región de O Higgins, Chile. La consolidación del Estado desde siglo XIX conllevó un fuerte proceso de homogenización cultural y centralismo.  La fuerte aspiración por el progreso social identificado fuertemente con la capital del  país, si bien es predominante hasta hoy, en las últimas décadas se  ha observado un mayor relevamientos de las identidades de los pueblos originarios e identidades regionales,  en la medida que el “sueño modernista” no  ha reemplazado las certezas que entrega el terruño originario.

                      

I. La provincia habita en mí.

En mi biografía Peumo (Región de O Higgins, Chile) es un personaje central, un acontecer perenne, pues no se trata solo del lugar al cual llegué de días,  en el que me crié y comencé mi deambular, aferrado  a los flotadores dispensado en gracia por la existencia, sino un espacio en el cuál se despliega  o se expande el ejercicio de mi propio ser. Tristeza, baja autoestima, alegrías y realización, anhelos, amores, desamores, lo abarcable contenido en ese reducto delimitado entre dos cadenas de cerros que lo  rodean para donde se mire y el paso del curso desbandado del Río Cachapoal. “el pueblo que llevó conmigo” dijo refiriéndose a su natal Lautaro el poeta Jorge Teiller. 

Se suma, ese transcurrir del tiempo por estaciones del año fuertemente contrastadas y las labores agrícolas, un abrir y cerrar de los ciclos, continuados unos a otros, dándole entonces un signo perenne,  que circunscribe y obliga a una alta interacción, una imbricación de relaciones entre las personas más allá de sus meras ocupaciones, atributos o condición social, a tal punto de fraguar una fuerte identidad convocante y unitaria,  lo cual  contribuye atenuar las diferencias económicas y sociales como también a compartir el impulso vital de lo cotidiano.

Asumí por así decirlo, la convicción de  haber vivido en un espacio-tiempo enclaustrado, de atmósferas asociadas a los colores, a las variaciones de las temperaturas, a los meses del año, a los saberes y hablas que transitan, se impregnan se modulan o se tararean “Peumo, Peumo lindo del Cachapoal a la Cruz”,  fui absorbido por la  añoranza, el recuerdo, la interpelación cara a cara y el paisaje me envolvieron en una identidad modeladora de mi existencia individual. Los deslindes propios “al morir el sol tras la montaña” canta Buddy Richard en una clara alusión a su natal Graneros….son los hitos del terruño. El río irriga el valle, en donde los viñedos aledaños y las quintas de paltos, naranjos y limones aseguran la prosperidad conllevada, y el cerro ritualizado por la festividad de La Cruz detiene el dominio candente de Satanás, y más recientemente de las dudas de lo divino del movimiento laico de finales del siglo XIX. “Erigió en la cumbre del Gulutrén una cruz de fierro monumental, que es una de las maravillas de Chile. En su inauguración tomó parte el gobierno enviando una banda de caballería compuesta de 65 músicos. Asistieron a la inauguración 10.000 personas, contadas por don Antonio León. Los trabajos duraron dos meses. El mismo día de la inauguración se convirtió un talento ateo; y poco después el que inauguró la cruz, con toda su familia se convirtió bautizándose y casándose y bautizando a todos sus hijos”. Pág 151 Hanisch.

El peumino desde pequeño ama su valle, abarrotado de frutos y protegido de la amplitud del mundo por el curvilíneo  cerro  Gulutren, el cual parece coronarse con el icono de la cruz monumental,  la que proyecta su poderío protector desde lo alto. El trazado desordenado y arbitrario de las calles ayuda a una integración con el paisaje, en donde el verdor de los árboles, flores y jardines invitan a una convivencia armónica, pacífica, allanadora de voluntades, aceptadora de la  ironía  sarcástica o el  pelambre rapaz, sin que casi nunca allá  de lamentarse que “la sangre llegue al  río”. Si bien el peumino  vibra con el acontecer y el estar en la comarca, suele abanderizarse con pasión en clubes deportivos, partidos políticos, en Peumo, todos nos conocemos hasta el hartazgo,  así se dificulta que nos unamos en pos de un liderazgo único, salvo claro esta que en la fiesta, en eso no hay distingos, nos volcamos y damos riendas sueltas  a una alegría de la que todos participamos, las Fiestas Patrias que incluyen el asado en el cerro del 20 de septiembre, los  Carnavales del Verano que repletan la plaza y otros eventos (los últimos dos años la expo-palta), consienten la expresión de una convivencia,   moldeada por décadas y ésta asociada a la posibilidad de acceder aun bienestar sin grandes lujos ni derroche, pero que acoge e interpreta a la gran mayoría.

Cuantas veces he escuchado  comentarios como estos:  “el  pueblo no avanza”, el negocio de la fruta  esta cada vez más malo”,”que el Alcalde aquí o allá”, en fin mucha preocupación o a veces mucha disconformidad, pero Peumo como dice la canción, es lindo, único, pues no has nutrido de azares, de cielos estrellados, de una experiencia mística y de fuerza tutelar, como estar allá arriba en la cruz o en la ruta del Calvario de Codao, o los paseos en bicicleta por la carretera de la fruta, o  la paz  bajos la sombra de los añosos Peumos de la plaza al mediodía….Peumo que estas en mí, trataré de hablar lo mejor que pueda de ti y si digo algo que no te gusta, no olvides que  soy  uno de tus hijos  y que como tal  por sobretodo te amo.


II. Desde los sustratos

La existencia prehispánica.

A la manera referida por Claudio Magris o del mexicano Luis González en “Pueblo en Vilo”, la microhistoria, el microcosmos son la posibilidad de decantar la identidad en su vertiente diacrónica o histórica en la cual los diferentes sustratos se amoldan y se leen desde el  presente. “Todos los pueblos que no se miran de cerca con amor y calma son un pueblo cualquiera, pero al acercarles el ojo cargado de simpatía, como es el caso presente, se descubre en cada pueblo su originalidad, su individualidad, su misión y destino singulares, y hasta se olvida lo que tiene de común con otros pueblos” (pág 3-4, González).

            Buscando ahondar en la fuerte identidad peumina, es necesario hacer un recorrido obligado a milenios de años atrás, pues esos habitantes, solo  reconocidos por sus vestigios arqueológicos tienen sin duda ciertas vivencias comunes por haber compartido estas latitudes. Al menos sabemos que practicaron formas rudimentarias de agricultura y se ubicaban muy cerca del río, podemos suponer además, su similitud con nosotros en lo relacionado a la veneración de los cerros aledaños, artífices constantes de la ritualidad, por cuanto su ascensión y su distancia de la planicie, los convierten en altares de ofrenda a lo divino, en las cumbres esta la cita con los dioses, el pasaje a la eternidad, tan necesario para asumir los avatares de la vida. “En la comuna de Peumo (VI Región), situada en el curso medio del Cachapoal… Se han registrado hallazgos ocasionales de cerámicas que se puede adscribir al cerámico temprano. Esto ocurre en La Rosa, Concha y Toro y Rosario Cerro…la localidad de Rosario ha evidenciado- desde hace años la existencia de un cementerio precolombino...se ha establecido un fechado de 320 +- 170 DC perteneciente al complejo cultural Llolleo” (pág 2 Cáceres)

Por el territorio hoy conocido  por Peumo pasaron diversas culturas precolombinas, la llegada de los Incas esta documentada con bastante evidencias, registradas entorno  a la desaparecida laguna Tagua-Tagua (se ubica a 9 km al oriente) en donde esta situado un pucara, la existencia de minas de oro en los cerros  peuminos con evidencia de ser explotadas, como  la bonanza de las tierras de cultivos, dejan entrever que los cusqueños tuvieron esta localidad como parte de su dominio. El Cacique Peomo participa de la resistencia a los españoles y su linaje y familia bajo su custodia pasan a ser parte de la  encomienda de Doña Inés de Suárez (para más detalles ver op.cit, Hanisch).

Centro de un espacio parroquial

La parroquia data del año 1662  lo cual nos conduce a lo siguiente: “las parroquias que se constituyeron en estos poblados nuclean a una extensa área rural. Cobran diezmos a los pobladores y  a cambio entregan los sacramentos. Se realizan con periodicidad  misiones  a zonas alejadas del centro parroquial y se establecen festividades religiosas de adoración  al santo patrón o santo patrona del pueblo. Se sacralizan espacios que fueron el lugar de antiguas celebraciones indígenas, se  promueve la creación de cofradías” (pag 146, Bravo).

No se debe obviar el hecho de la ubicación de Peumo en la ruta del “camino del centro”, y por tanto, en las estaciones climáticas más benignas se desarrollaba un tráfico de especie y de personas, que sin duda contribuyo a la emigración y migración, en virtud de formar parte de lo establecido por Tomás Lago, el cual identifico como cuna de la huasería o de la chilenidad, a la región comprendida entre los ríos Aconcagua y Cachapoal. Las menciones a las Haciendas de Quilamuta, Cocalán por su relevancia ganadera son reiteradas y por entonces eran parte de la Parroquia de Peumo y los límites de lo que se conocía como pueblo de indios era la Hacienda Codao que contaba con población indígena que al terminar las encomiendas  en 1789 fueron radicados en Rapel localidad costera a unos 30 kilómetros. Cabe señalar que la oposición del cacique Catileu impidió que prosperara el proyecto del Cura Zúñiga de convertir en villa  el poblado, situación que vino ocurrir bien  entrado el siglo XIX.

La parroquia junto al pueblo de indios, dieron origen a un poblado disperso, en donde crecientemente se fue asentando población criolla y mestiza, fue adquiriendo importancia como cabecera parroquial y si bien la población indígena  como ente jurídico término por desaparecer en el siglo XIX, en 1805, se le asignaron 139 cuadras del total trescientas setenta y dos cuadras, las cuáles eran 133 en una nueva medición efectuada en el año1830. Cabe mencionar que el resto del terreno que se llamaba pueblo de indios, se mantuvieron como  tierras fiscales 218 cuadras las que fueron puestas a la venta en 1861. Por tanto, podemos hablar de tres situaciones en lo referido a la propiedad de la tierra la Hacienda Codao que con el paso del tiempo es subdividida en La Esperanza, Rosario, La Rosa, Cachapoal de la surge Concha y Toro y Sofruco y las propiedades de lo que inmemorialmente se conocen como las “Puertas de Peumo”, desde donde  entorno a la ribera del  Cachapoal se ubica los fundos El Molino y La Granja, siendo el resto mediana y pequeña propiedad. El actual trazado del pueblo es resultado de la  relevancia que adquiere el pueblo con su nombramiento como villa, capital de departamento posteriormente  y la llegada del ferrocarril en el año 1892.

Con todo, la impronta evangelizadora esta presente hasta nuestros días, lo mismo que su enemigo paradigmático  Don Sata, pues aun se recuerda cuando jugaba al tejo desde el Gulutren  orientando los lanzamientos hacia el río Cachapoal que queda por el sur. Trascendente para entender este período histórico es la tesis de licenciatura  en Historia de Julieta Trujillo, la cuál da  a conocer los esfuerzos del cura Zúñiga por conseguir que se le otorgara la categoría de villa al poblado finalmente establecido décadas después de su fallecimiento,  el 9 de junio de 1874.

 La convivencia entre lo indígena, lo profano con el centro ceremonial católico no solo dejó huella en la espiritualidad del peumino, hasta el punto de separar el campanario de la iglesia para extender una línea imaginaria  con el cerro la Cruz, sino también en  el desorden de su calle principal y de las afluentes, ligado  ese trazado hirsuto al antiguo de pueblo de indios, que con el paso del tiempo fue adquiriendo una semblanza urbana, pero sin perder su condición de ruralidad. En la actualidad uno de sus principales barrios urbanos es Aguas Claras, la cuál hace 30 años era un serpenteante callejuela barrosa o polvorienta según la época del año, de amables casas de adobe con quintas de frutales, que hace más de medio siglo, tenía el local donde se vendían las mejores empanadas llamado “los pilares azules”. Es cierto que el valor agrícola de las propiedades ha dificultado el ordenamiento  del pueblo, pero ese dibujo sinuoso y largo de su calle principal y ahora también de su barrio más importante, ha terminado por moldear  a los peuminos, a ese hábitat de callejones, pasajuelos y de una urbanidad pincelada permanentemente por la naturaleza domesticada de los árboles. Ese desordenado trazo de recovecos, multiplica la perspectiva del habitante y de improviso  lo ve pasar del acontecer cotidiano de los deberes, a  tomar contacto con el canto de los pájaros, el viento agitando las ramas de los arboles y las fragancias de los azares y el lienzo decantado del cerros y el cielo, así no queda mas que sacudirse un poco de la fuerte impronta de nuestros semejantes, esta siempre al alcance de la mano. A diferencia de lo que plantea  Claudio Magris,  en lo acontecido con un pasado que respira a la manera como lo hace en suelo en el barbecho que precede la siembra, en ese caso son los monumentos arqueológicos o historias que por generaciones habitan los muros, los patios, calles y rincones. La identidad del Peumo de hoy,  partió en lo alto en la punta del cerro donde se ubica La Cruz Monumental y acá abajo en los terrenos parroquiales con el añoso árbol conocido como el Palto Padre, no hay una continuidad entre los vestigios remotos y el acontecer  presente cuyos cimientos están en lo vivido hace un par de generaciones.

La letanía del paso de pueblos de indios a villa.

 Asumiendo que los elementos anteriormente esbozados son evidencias de un pasado pretérito suerte de sustento  profundo de los elementos identitarios que hoy caracterizan a los peuminos, el resultado pone en conjunción  la mixtura de la energía ancestral  y única de la geografía con la construcción social de una identidad, ésta  no va más allá de tres generaciones.  Se ha establecido nuestro sentido de pertenencia, el cual  no  es producto de la trasmisión de la  oralidad  de los peuminos de las largas décadas que estuvo en Peumo, el párroco Antonio de Zúñiga en el siglo XVIII,  o de los años antes de la llegada del Ferrocarril, ni menos de sucesos ampliamente reconocidos por la historia oficial. No existe en mi Peumo natal o tantos otros pueblos de Chile un pasado a lo “Microcosmo” del triestino de Claudio Magris, construido sobre capas de historia,  entremezcladas pero aun distinguibles, y sin embargo, sobre como se expresa en la cotidianidad la identidad, podríamos decir que sucede lo mismo que en el  condado de Alemania del que era originario el filósofo Heidieger,  el cuál “le inducía a considerar auténticos sólo a aquel bosque que había delante de su cabaña, a aquellos campesinos que conocía por su nombre, a aquel gesto que levantaba la hachuela sobre le tronco o a aquella palabra en dialecto germano” (Pág.41.Magris).  El “colorin” Bustos, encargado de la oficina  Pulmanbus, me comentó un día sin dejar de mirar el cordón  de los cerros “no es cierto que no hay ninguno más hermoso”.

           
 ¿Por qué no hay  registro en  la historia oral más allá de los recuerdos compartidos de tres generaciones?.  ¿A donde han ido parar el legado de los peuminos de los tiempos de la Guerra del Pacifico o de La Independencia?. ¿O cuando se buscaban riquezas mineras en los cerros cercanos? No queda más en relato que la leyenda fundadora de la presencia del demonio y de la parroquia conteniendo sus embates, la comarca antigua ha sido vaciada y solo la investigación histórica nos va  dejando señales de ella. Es como si esa vieja historia hubiera sido enterrada debajo de las abigarradas raíces del palto- padre, ese  que trajo consigo un nuevo tiempo, condenando  a brasas a penas discernible, el pasado previo a la vocación frutícola.    

Sin duda, en esta situación influyan diversos factores, de partida lo acontecido dentro de las haciendas, la existencia misma de quienes eran parte del sistema hacendal,  no trasponían esos límites, el inquilino y su familia que condicionan una pertenencia compelida por la  dependencia a las potestades del patrón. Esa invisibilidad,  se explica también por la ausencia de contactos de estas personas con la escritura. De esa precariedad de medios de la época de la Colonia de la que nos habla la historiadora Sol Serrano, en donde según la autora, la hacienda ofrece refugio y doctrina, sin acceso a la propiedad ni a la existencia comunitaria, pues las regulaciones de la interacción social están dada en forma jerárquica y excluyente por el “patrón”, para el antropólogo peruano Fernando Fuenzalida  se  conceptualiza como “el Triángulo sin base”.


Afortunadamente los manuscritos que dejó el capitán de La Independencia, Don José de Mesa, en vida fue subdelegado del gobierno en la aldea y se convirtió en una biografía escrita por uno de sus descendientes, esto nos permite tener datos de cómo era Peumo entre 1825-1850. Una descripción realizada por consigna lo siguiente: 291 casas entre la punta y la manga de Codao, 141 de ellos en terrenos propios y 150 en terrenos fiscales solo había 20 casas con tejas, 74 de paja y 197 de ranchos ordinarios. Existe una escuela fiscal y no hay edificios públicos. Si había 4 tiendas y dos bodegas (Pág. 32. Hanisch). Un trabajo a futuro consistirá en establecer, como paso la propiedad indígena a manos de los antepasados de los actuales pequeños propietarios del pueblo, lo cual debiera ser coincidente con  la distribución sitios y viviendas de las principales calles.

Ciertamente comparte como muchos poblados del Chile colonial, su  origen en un pueblo de indios y teniendo su parroquia más 350 años existencia, y comparte con la mayoría de ellos, la carencia  de vestigios  testimoniales, lo cual se relacionada a la presencia de las haciendas, la desaparición de la población indígenas. En cuanto a la cultura asociada a los  mestizos, se manifestará a través del canto campesino y manifestaciones asociadas a las modalidades de recreación como carreras  de caballos a la chilena, chinganas, o fiestas religiosas, pero en nuestro caso hay poco registro y estudio de aquello.

La identidad vigente hoy en día, es producto de la fuerte reconversión agrícola de la década del 20, lo  cual posibilitó, por una parte, la incorporación al regadío de nuevos suelos, y por otra, la proliferación de plantaciones de viñedos y frutales en los predios empresariales y frutales en las medianas propiedades y pequeñas. Se puede decir, de los peuminos  de entre 1600 a 1880, prácticamente no hay huellas más allá de los archivos parroquiales, (a diferencia de los restos de cultura material de los indígenas prehistóricos) revisado por el historiador Jesuita, Hanisch Espíndola, ni siquiera hay recuerdo de un Peumo aldeano, visitado por el Intendente Vicuña Mackenna en 1870 o de la guerra civil de 1891. Eso de que somos un país adolescente tiene que ver con las permanentes migraciones de los excluidos, de los sin historia, ya sea por erradicaciones obligadas (población indígena) o  quienes parten a buscar mejores rumbos, abandonando sus precarias huellas, heredades humildes, que luego fueron ocupadas por nuevos habitantes sin lazos con los anteriores. “Ninguna amarra une al roto al suelo. Siempre a la deriva es un resto naufrago que el viento y el capricho llevan de norte a sur”  ( Pág. 231Verniory).

La Sociedad Peumina.

Hay una coincidencia entre el título de villa establecido  9 de junio de 1874, y la visita del Intendente Vicuña Mackenna en el verano del mismo año, el poblado, según el  quinto censo de 1875, en población urbana contaba con 460 habitantes(es decir menos de 100 viviendas), la visita ilustre, deja consigo el avance en lo referido al mejoramiento de los caminos, calles y la posterior nominación de Peumo como capital del Departamento de Cachapoal (Diario Oficial 26 de diciembre de 1883), suma la instalación de los servicios públicos y aumento de la actividad comercial, situación que prosperó significativamente a partir del 8 de mayo de 1892 con la llegada del ferrocarril. Se suma un nuevo actor que nos dejará testimonio de esos años, el periodismo el cuál nos amplia las fuentes de información y nos ilustra de los cambios que van ocurriendo en  el pueblo y sus alrededores. Por ello, y por registro de la historia oral recogidos en su momento por el Historiador Walter Hanisch se constatan los estragos que causó la epidemia de cólera de 1887 y la Guerra Civil de 1891. El antagonismo  de este conflicto llevó a enfrentamientos entre vecinos y  fue marcado por la necesidades  de los bandos de enrolar en su filas a la población masculina “ Cuando llegaba los reclutadores les decían: “Se llevaron a todos los hombres, no quedamos más que mujeres para trabajar”, y señalaban a los hombres en los cerros lejanos disfrazados de mujer”(Pág 170, Harnisch)

La ampliación de los servicios del Estado y del comercio se concentro  preferentemente en un radio de  tres cuadras, desde la calle que llegaba hasta la estación y empalmaba con la principal. Y para la década del 20, la fisonomía arquitectónica se mantuvo con pocas alteraciones hasta el terremoto del 27 de febrero de 2010. La frustrada clase media rural  de  la que nos habla Gabriel Salazar, en Peumo si tiene su oportunidad con la desaparición de la propiedad indígena, el cambio de propiedad de las haciendas, trae asociada una mayor modernidad en las relaciones laborales y la creciente incorporación a la educación formal de las nuevas generaciones de inquilinos.

Es un período que se extiende hasta bien avanzado el siglo XX, podemos hablar de la emergencia de una sociedad pueblerina que se convierte en   el público preferente de la  prensa local. Desde la década de los ochenta del siglo XIX, la fisonomía social, cultural y económica  de la villa de Peumo, no estará solo cirscuncrita a las actividades agrícolas o la búsqueda de minerales por sus cerros, sino que habrá una creciente presencia de funcionarios públicos, como también la llegada de profesiones de la salud (lo que se acrecienta con la entrada en funcionamiento del Hospital aproximadamente por 1910). Son tiempos de emprendimiento industriales como la fábrica de papel que comenzó su producción  en el año 1894 y que al menos 1900, producía cartón para encuadernación, papel de envolver y papel secante (Pag 95 Subercaseaux), al parecer su existencia terminó abruptamente por la destrucción parcial de sus instalaciones (su materia prima era ropa en desuso proveniente de centro de acopio de la capital y paja de trigo), y la transformación productiva facilitada por la construcción de canales y por la creciente orientación a la frutícultura.  

La larga calle principal rebautizada con el nombre de uno de los principales opositores a Balmaceda, esta ataviada con fuertes casas de adobes de altos muros construidas en un trazo continuo. El pueblo punta de rieles se vio enormemente favorecido con la actividad  comercial que trajo  consigo preferentemente  migrantes españoles y emprendedores nacionales, pues  terminarán por cambiarle la cara al valle, haciendo posible una fuerte movilidad social generada, tanto por la producción de frutas, como por la comercialización de los productos que se consumaba en la vega central de Santiago, y posteriormente con la habilitación de la  carretera panamérica, se agregan los mercados del Sur de Chile.

La fuerte identidad local es un fruto de insumos y condimentos diversos como la del periodismo, representado principalmente por el periódico semanal el Progreso del Cachapoal  que tuvo una existencia de 79 años, sin olvidar otros medios escritos de importancia como la revista del C.D. Peumo o el periódico parroquial.  Es a través de estos medios donde es posible enterarse de quienes integran los registros electorales, la vida social, cultural y el acontecer policial y político en donde hay espacios, tanto para  el acontecer nacional, pero por sobretodo lo que atañe  a las autoridades locales (municipio y gobernación).  Cabe mencionar que la preeminencia  de Peumo como centro comercial se vio afectado en la medida que    Las Cabras distante a 18 km se empezó a consolidar como un poblado  de importancia, una vez que fue la punta de rieles del ramal ferroviario, paralelamente San Vicente Tagua-Tagua, rodeado de una mayor concentración población fue posibilitando la existencia de una floreciente actividad comercial que al cabo  del tiempo lo ha convertido en una ciudad  que ha cuadruplicado la población urbana de Peumo.   

La decadencia como punto de obtención de servicios  y de un comercio más pujante, no impidió que a través de las actividades asociadas a la fruticultura, se fuera consolidando una clase media con ingresos derivados de sus propiedades agrícolas o de dedicarse al transporte asociados a  la comercialización, pudieron progresivamente acceder a mejores niveles educativos para sus hijos, generándose  una emigración temporal y permanente hacia  Santiago y Rancagua. Progresivamente el pueblo, estratificado muy rígidamente que se puede colegir de la revisión de los diarios de los años 20 y 30 o  de loos recuerdos familiares,  va dando paso a una nueva situación, en donde nivel elevado de la pirámide se ubicaban los dueños de los “fundos”,  algunos de ellos fuertemente vinculados con la sociedad santiaguina y en menor escala con Peumo, salvo lo que desarrollaban las actividades políticas, eran estos últimos los que se involucraban en los eventos o luchas que solían verificarse. Los comerciantes y profesionales y empleados públicos, constituían otro grupo que era fuertemente autoreferido  y su existencia estaba determinada por los acontecimientos pueblerinos o que pudieran afectarlo (apertura de caminos, instalación de servicios públicos o refriegas políticas nacionales o locales). La expectativas de una mayor superación de las condiciones de vida esta puesta en la educación, lo que lleva a muchos de  los descendientes a emigrar definitivamente de Peumo, para ejercer sus profesiones, se suma a lo anterior que entre los funcionarios públicos (profesores, empleados ferroviarios, poder judicial y otros hay  bastante movilidad), más el acceso mejores medios de transporte y de comunicación harán que este grupo progresivamente vaya  perdiendo esa autodenominación elitaria que lo caracterizaba, a una convivencia más democrática y plural que se comenzará a dar desde finales de los años 50.
   
Un tercer grupo era los pequeños  productores y asalariados de diversa índole, pero por sobretodo ligados a las  labores agrícolas.  Este grupo se movilizaba entorno actividades como las  festividades religiosas, las carreras de caballos y fútbol desde los años 20 en adelante, lo que fue abriendo espacios de mayor interacción con el  estrato más ilustrado. La escuela pública era la alternativa educacional hasta  sexto preparatoria, (las humanidades se ofertaban en las ciudades de Rancagua, San Fernando o Santiago) permitían  un contacto cotidiano, como también lo fue la creciente participación de los partidos de Izquierda y  la aparición de la Democracia Cristiana. Ese escenario fue muy propicio para un reacomodo social que caracterizo a los años sesenta.  El vals Peumo Lindo, creación de Roberto Retamal (1959) menciona en su letra los iconos de la vida peumina y de su prosperidad compartida, lo que convirtió en un himno prácticamente desde que su autor lo cantó por primera vez.  

         La posibilidad de prosperidad ofrecida por la actividad de la fruticultura que permitía cierta movilidad social acompañado de la vitalidad de las fiestas populares-religiosas, tales como el baile de los Bomberos del año nuevo, el Carnaval Bomberil de febrero, la Cruz de Mayo, Las Fiestas Patrias, incluido el tradicional multitudinario asado en el Cerro La Cantera, La Fiesta de la Inmaculada  Concepción, la espera del tren en la estación o la ida cine, los aniversarios de los principales clubes deportivos del  pueblo son eventos provocan la interacción social. Al ser Peumo capital de departamento, dispuso de los servicios públicos, lo que consolidó su relevancia como centro de servicios y cuando era necesario realizar gestiones de mayor complejidad directamente se hacían en Santiago. Rancagua la capital provincial,  no parece influir sustantivamente en el devenir de la comuna. No se puede decir lo mismo de la vecina Provincia de Colchagua, Talca, o Ñuble por nombrar alguna de más fuerte prosapia. Una opinión muy calificada es la que nos entrega  en 1940, Benjamín Subercaseaux  en su obra Chile o una loca geografía “ Peumo, Vichuquen, Santa Cruz y Curepto son pequeños pueblos aislados, tan sin esperanzas que les resulta inútil  mirar hacia la capital. Por eso se encierran en una vida propia y una personalidad definida: la personalidad pobre y altiva de las serranías de la costa” (Pág, 255, Subercaseaux)

Los movidos sesenta

En los años llegué a este mundo y Peumo, que en mi caso son lo mismo, la identidad pueblerina es por sobretodo una vivencia y convive con la identidad nacional fuertemente inculcada por la institucionalidad escolar (mis primeros dibujos que yo recuerdo como tales son el Combate Naval de Iquique, sobre el cuaderno de receta de cocina de mi madre). Pero son también los tiempos de una fuerte politización del país, donde  desde las elecciones presidenciales hasta las de regidores se alcanzaba una alta participación de la población local, divida ésta, entre las alternativas ofrecidas. Los medios de comunicación, la radio en mis primeros años y la televisión desde los setentas en adelante, además del mejoramiento de las rutas que facilitaron los desplazamientos, trajeron las noticias con más rapidez  e hicieron de sus habitantes más ciudadanos del mundo. En este contexto, se tendía a pensar por entonces, que los procesos de homogenización cultural,  terminarían por avasallar estas identidades locales, además al menos del caso chileno no gozaban de mucha predilección, fueron estigmatizada por una parte de los literatos chilenos,  exacerbaron los rasgos “negativos” encontrados, se solía asociar la vida provinciana una connotación negativa, en donde prevalecían los prejuicios sociales y situaciones de abusos, lo que era antagónico con lo que ocurría en los centros urbanos, donde las personas podían aspirar a ser más considerados. Un ejemplo entre tantos de esta visión asfixiante de las pequeñas ciudades, pueblos o aldeas con un sello agropecuario, es la novela “El lugar sin límites” de José Donoso.

Más allá de esta condición  desplazada hoy desde la literatura a las teleseries; mi  pueblo  fue marcado fuertemente por el proceso de Reforma Agraria, pues aumentó el número de pequeños y medianos propietarios, he influyó fuertemente en la disminución de la desigualdad y por ende atenúo  los conflictos observados por las desigualdad. Claramente las condiciones de vida en el campo eran muy desmejoradas, particularmente entre los inquilinos de los fundos que fueron expropiados.

La particularidad de lo sucedido en el Chile  es que la regionalización impulsada por  la dictadura militar, a partir de 1975, por una parte disminuyó la presencia del Estado  a través de sus ministerios, pero aumento el poder de los municipios (eso sí con un extremado  protagonismo del alcalde), lo cual a la larga ha favorecido, el rol que estos han cumplido en el fortalecimiento de la identidad local, un factor que los últimos años ha pasado también hacer un elemento político gravitante en la cotidianidad de la vida comarcana.

Como lo ha señalado con tanta precisión y inspiración José Bengoa  “Hay un renacer  de la conciencia territorial después, quizá,  de décadas marcadas por la migración, el abandono del campo, la simple búsqueda de la “modernización”, que nunca nadie supo muy bien como definir….es el “terruño” que al transformarse violentamente y saturarse la vida urbana recomienza nuevamente a ser  anhelado, recreado y revalorado”. (Pág 12.Bengoa)


III. Del  retorno a la vivencia de la identidad pueblerina 

A eso de mis 13 y 14 años, en la plaza por el lado de la calle Purísima,  conversaba con mi amigo Andrés Monasterio, de cómo sería el futuro de Peumo, éste apegado a la actividad agropecuaria, por ese entonces parecía afectado y en crisis, sobretodo en su vocación de servicios y su rol comercial (cierre de oficinas pública, fin de la estructura administrativa del Departamento de Cachapoal, cierre de varias casas comerciales), yo auguraba que lo moderno llegaría a través de la construcción de edificios residenciales. En verdad, más bien el crecimiento ha sido  horizontal y siguiendo el desorden urbanístico de lo que fue el pueblo de indios, por sobre esa diferencia de vivir en una casa de población subsidio, en una de las antiguas casas de adobe, o las más modernas de clase media o de los ricos del pueblo, la identidad peumina parece más fuerte que  en mi infancia, tendiendo hoy a posibilitar una fuerte participación de las personas en la cosa pública del pueblo, independiente de su condición social.

A los 43 años comienzo el retorno a la vivencia pueblerina. Vuelvo a reinstalarme a lo menos en las vacaciones de verano, para Fiestas Patrias y ocasionalmente algunos días el resto del año, cuando puedo escaparme de vuelta a mi comarca “un pedazo del paraíso”, dijo uno de mis invitados una vez, tengo casa nuevamente, re-habito, presento en sociedad a mis hijos, los cuáles se sienten un poco parte de esa magia, de la que tanto les ha hablado su padre. Vuelvo a reubicarme en la memoria compartida, como también se me ubica como un vecino más, que de vez en cuando aparece y desaparece. Pero al igual que Penélope que no acepta a su amado cuando regresa porque no se ajusta a su recuerdo,  el pueblo ya no es mismo. El Peumo de hoy no solo tiene el doble de los habitantes que en mis años de infancia, sino que han desaparecido el traquetear cotidiano de las carretas a caballos, los vehículos motorizados han aumentado un 1.000% en 20 años, los recorridos de transporte probablemente en  un porcentaje parecido, no así la estrecha calle principal que siguen siendo la misma. Es decir estoy en el centro de la contaminación acústica  que cimbra mi habitación.

Es valorable eso si lo masivo que es la utilización de las bicicletas, el cual es el medio de transporte más usado, pues contribuye no solo a la salud física y mental, sino que ayuda a que no se utilicen aún más los vehículos motorizados.  El día del primer retorno es el sábado 14 de febrero del 2003, seguramente el día en que se batió el record de casamientos en un día, pues el último fue a eso de la 11:00 de la noche, era una rotativa de novios e invitados, coordinados por celular por el Sacristán, y después tres orquestas amenizaron  las fiestas en distintos puntos con lo que mi retorno quedo lacrado “Peumo, pueblo musical y fiestero” , asumiendo que otra de las gracias del pueblo, es la abundancia de orquesta tropicales y sound, fruto de una tradición iniciada por los hermanos Reyes  en los años sesenta con su afamada Sonora Juventud de Peumo, reconocida por su calidad musical en toda la región, y que siguen reproduciéndose desde la banda municipal escolar. En efecto, esta proliferación de grupos musicales y la gran aceptación que cuenta la música tropical le impregna un sello a las celebraciones del pueblo y sus sectores, en donde las presentaciones musicales son abundantes, situación que se ha visto favorecido con el aumento de las comunicaciones y el rol de las radioemisoras  locales en difundir los eventos.   

     La irrupción de las radios  de lo comunas cercanas y particularmente de la Radio Naranja desde finales del año 2003, no solo ha facilitado la difusión de la oferta de eventos e incluso de la producción discográfica de los representantes más destacados, sino ha agregado un nuevo espacio a la política local, que es seguida con notable interés por los peuminos. La radio cuenta con alta audiencia de modo que la  producción de espacios pagados por el municipio para presentar la obra del alcalde y de los concejales para denostarlo y dar  a conocer su accionar son comentarios obligados de las tertulias amicales o familiares. Últimamente una emisora de corte público bajo el alero del departamento de comunicaciones de la Municipalidad de Peumo, ha generado una alternativa no comercial, A la vez el canal local de cable, va adquiriendo un mayor protagonismo en la medida de que aumentan los abonados.
 
Son múltiples los ejemplos, en que la validación social de las personas no se relacionan con su nivel de ingresos y tienen una oportunidad de desarrollarse a través de variadas actividades, a saber el reconocimiento de “curador” de la identidad a un empleado de una de las librerías de artículos varios del pueblo, como la persona que atesora conocimiento sobre la historia de Peumo y que se encarga de organizar la subida al cerro en recuerdos de los socios y dirigentes deportivos del “Peumo” fallecidos, el último sábado de octubre de cada año.

Debemos consignar que esta particular celebración, no solo es el más importante evento de conmemoración de un año más del Club Deportivo Peumo, sino  que nos retrotrae a los tiempos en que se celebra la procesión de La Cruz y afianza ese vínculo profundo del peumino con la espiritualidad representada por ese cerro cónico. La promesa del profesor  Alberto Castillo, por entonces secretario del club, de subir todos los años en honor del dirigente caído en un enfrentamiento con Carabineros, fue asumido hace más de cuarenta años y une a las diferentes generaciones del club. La barra es la encargada de construir el escudo en los faldeos del promontorio, que al anochecer se encenderá, con lo  que se da la partida  a la fila india,  ésta se ilumina de chonchones para avistar la estrecha huella, y con avidez se sube en búsqueda de la cumbre. Cuando se alcanza la cumbre se encuentra a las personas de más edad que han preferido adelantarse para subir con más calma. Después del descanso, viene la ofrenda, ahí en nuestro máximo altar los dirigentes pasan realizar una rogativa a los pies de la cumbre monumental, después de los rezos por lo que se han marchado, termina el acto con la entonación de los  dos himnos del club, arriba los astros no parecen tan lejanos y el valle allá abajo con las multitudes de luminarias nos recuerdan nuestra procedencia. Las energías están renovadas y todavía nos espera la degustación del “caldillo de mariscos” en la sede del club, el final a esta verdadera renovación del compromiso con el club que en realidad va mucho más allá del deporte.

            Las Fiestas Patrias comienza con una larga inauguración a cargo de las autoridades, que se  inicia con las ramadas de las localidades rurales de La Esperanza, Rosario y Codao y termina en las principales, ubicadas tradicionalmente en la antigua cancha de carrera de caballos  a la chilena, hoy convertido en  un paseo público, para continuar con el desfile en honor a La Independencia de Chile, aprovechada para dar una cuenta pública de la gestión alcaldicia ante multitud, que es prácticamente la casi totalidad de la población, y se inicia con el marcial paso del “Cholito”, un obrero municipal jubilado envestido de un viejo uniforme nos permite honrar a las antiguas glorias de antaño. En la fondas y ramadas como en la “Noche de Sanjuán” descrita por los versos de Antonio Machado “todos comparten”, sin importar la procedencia y la algazara alcanza su esplendor cuando los acordes de Peumo Lindo se canta con emoción, pero acá la fiesta se continua el veinte, con el paseo al cerro a comerse un asado y elevar volantines, celebración que comenzaron los funcionarios y obreros municipales, por todo el trabajo de los días de las Fiestas Patrias y término siendo de todo los peuminos.

Son muchas las actividades que denotan una participación concertada y de fuerte animación social: las campañas de solidaridad coordinadas desde la Radio Naranja, entre ellas una  de las que más recuerdo, la del “Bambi” conocido militante socialista vendedor de maní, helados y dulces; el interés que ha despertado la exposición que realizo  el fotógrafo Pablo Lira con fotos de sus treintas años de oficio;  o la alta participación y apoyo que tiene el ballet folklórico local  en sus presentaciones de gala  en la cual  repleta el gimnasio municipal.

La extracción social de los alcaldes de la  recuperada democracia, todos hijos de la escuela pública, dirigentes gremiales que pasaron hacer los alcaldes y concejales, muy lejanos a los ediles de la elite pueblerina que existieron antes del 73 y post 73 en los  años dictatoriales, siendo más bien liderazgo surgido en las organizaciones sociales y deportivas, pues en la práctica el único partido con una militancia activa y numerosa que va quedando es el Partido Socialista. La relevancia de la Coopeumo ha jugado ciertamente un rol de apoyo a la gestión económica de los parceleros de la Reforma Agraria, pero ha extendido más allá su influencia y llegado aun conjunto de personas relacionadas con la actividad agropecuaria, por ejemplo muchos de sus socios participan de Club de Huaso alternativo al histórico. La fuerte rivalidad deportiva y dirigencial de los Clubes Deportivos  que representa afinidades traspasada de padres a hijos como la estrecha relación con las localidades rurales (Santa Helena de Codao, C.D Concha y Toro, La Granja y Aguas Claras). Que ha sumado al campeonato local a clubes de las comunas de Pichidegua y Las Cabras abandonando la participación en el antigua Regional Zona Central rebautizado como la cuarta división.

Nuevos grupos sociales emergen con su propia identidad y reclaman sus espacios, las denominaciones evangélicas que al igual que otras ciudades del país tienen su propio Tedeum, y se expresan en liderazgos que entran a participar de la vida política y social del pueblo. El grupo ecologista de Peumo con casi veinte años de existencia, que ha desarrollado diversas campañas y  ha ganado proyecto innovadores como el reciclaje de bicicletas. La creciente presencia de Peumo en la llamada web 2.0, nos remite a que los nuevos espacios de comunicación son utilizados para vivir la identidad más allá de los límites del valle y  poner en contacto a todos los que se conmueven  e identifican con la experiencia de ser peuminos.  Particularmente la gestión de la primera autoridad comunal en este período recogido muchos elementos de la vida digital.

En estos casi  siete años de retorno he podido aclararme cuál es el  vínculo con el pueblo y valle. Darme cuenta de porque nos importa tanto a los Bravo Cuervo, pues ser peumino es una condición insonlayable, porque ha sido un tema de continua evocación, de conversación de los almuerzos familiares, gracias a ese amor por Peumo que nuestra tía Julia alimentó. Abordar este cúmulo de intuiciones, vivencias, agregarle una que otra lectura académica, por necesidad expresiva  de mis intereses por lo histórico y lo sociológico doy la bienvenida a esta mixtura de hitos que iré declarando por la geografía peumina.

Sustentado en el sentimiento identitario visitaré una y otra vez el territorio desbordado del sueño, la imaginación, de la memoria y la utopía, daré cuenta del Peumo que está en mi, el que me habla, el que me trae una y otra vez de vuelta, el que me vio nacer, crecer y al que espero devolverle en texto lo mejor que pueda de mi.

           
 














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