El teatro de Peumo es para mí un espejismo, una especie de nave que cada cierto tiempo se posa en mis sueños. Desde esa fragmentada película de mi inconsciente, emerge el sonido interrumpido de la posición descanso de las butacas verdes, su fría textura que me cobijaba al sentarme, la pequeña multitud de la que era yo parte, vociferante y ansiosa que era acallada de golpe por la súbita oscuridad de la sala y el comienzo de la proyección. Si la película se cortaba comenzaba un ruido ensordecedor de chiflidos, pateadura del piso y el “ya po’ cojo”, hasta que por fin volvía la magia. Porque si bien el Teatro Municipal fue el escenario de muchos eventos y espectáculos, era en mi infancia por sobretodo el lugar del cine. Solo el lunes no había función, lo que se compensaba con dos películas diferentes el martes. La matiné que puntualmente comenzaba a las 15:00 hora era la culminación del domingo.
Que imborrable sensación era la que me embargaba cuando el The End se colocaba frente a mis ojos y al salir del cine me recibía la plaza, a mi me parecía vivir la ilusión de ser un personaje de un film.
Viendo pues, su hermosa remodelación no queda más que agradecer a todos los que participaron en rescatar este patrimonio fundamental de nuestro pueblo lindo
Viendo pues, su hermosa remodelación no queda más que agradecer a todos los que participaron en rescatar este patrimonio fundamental de nuestro pueblo lindo