domingo, 31 de julio de 2011

Soy de Peumo



Columna publicada el 31 de julio en el Diario El Austral de Temuco 
En mi biografía, Peumo (Región de OHiggins) es un personaje central, un acontecer perenne. Pues no se trata solo del lugar al cual llegue a unos pocos días de haber nacido, en el que me crié y comencé mi deambular por la existencia, sino un espacio en el cual se despliega o se expande el ejercicio de mi propio ser contenido en ese reducto delimitado entre dos cadenas de cerros, que lo rodean para donde se mire, y el paso del curso desbandado del río Cachapoal. “El pueblo que llevo conmigo” dijo, refiriéndose a su natal Lautaro, el poeta Jorge Teiller.

Se suma ese transcurrir del tiempo por estaciones del año fuertemente contrastadas y las labores agrícolas, un abrir y cerrar de los ciclos, continuados unos a otros, dándole entonces un signo perenne, que circunscribe y obliga a una alta interacción, una imbricación de relaciones entre las personas, más allá de sus meras ocupaciones, atributos o condición social, a tal punto de fraguar una fuerte identidad convocante y unitaria, lo cual contribuye atenuar las diferencias económicas y sociales, como también a compartir el impulso vital de lo cotidiano. Asumí, por así decirlo, la convicción de haber vivido en un espacio-tiempo enclaustrado, de atmósferas asociadas a los colores, a las variaciones de las temperaturas, a los meses del año, a los saberes y hablas que transitan, se impregnan se modula o se tararean. “Peumo, Peumo lindo del Cachapoal a la Cruz”, fui absorbido por la añoranza, el recuerdo, la interpelación cara a cara y el paisaje me envolvieron en una identidad modeladora de mi existencia individual. Los deslindes propios “al morir el sol tras la montaña”, canta Buddy Richard en una clara alusión a su natal Graneros…, son los hitos del terruño. El río irriga el valle, en donde los viñedos aledaños y las quintas de paltos, naranjos y limones aseguran la prosperidad conllevada y el cerro ritualizado por la festividad de la Cruz detiene el dominio candente de Satanás y, más recientemente, de las dudas de lo divino del laicismo militante.

El peumino desde pequeño ama su valle, abarrotado de frutos y protegido de la amplitud del mundo por el curvilíneo cerro Gulutren, el cual parece coronarse con el ícono de la Cruz monumental, la que proyecta su poderío protector desde lo alto. El trazado desordenado y arbitrario de las calles ayuda a una integración con el paisaje, en donde el verdor de árboles, flores y jardines invita a una convivencia armónica, pacífica, allanadora de voluntades, aceptadora de la ironía sarcástica o el pelambre rapaz, sin que casi nunca haya que lamentarse que “la sangre llegue al río”. Si bien el peumino vibra con el acontecer y el estar en la comarca, suele abanderarse  con pasión en clubes deportivos y partidos políticos. En Peumo todos se conocen hasta el hartazgo, así se dificulta que se unan en pos de un liderazgo único, salvo, claro está, en la fiesta, en eso no hay distingos, se da riendas sueltas a una alegría de la que todos participan, las Fiestas Patrias que incluyen el asado en el cerro del 20 de septiembre, los Carnavales del Verano que repletan la plaza y otros eventos (los últimos tres años la Expo-Peumo) consienten la expresión de una convivencia, moldeada por décadas y asociada a la posibilidad de acceder a un bienestar sin grandes lujos ni derroche, pero que acoge e interpreta a la gran mayoría. Gracias pueblo querido por ser como eres y por ser mi fuente de inspiración para trabajar para que tu excepcional ejemplo de equidad e igualdad algún día sean el sello de la chilenidad.

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